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La Grecia.

miento: la crueldad de Clearco estuvo á punto de costarle la vida, y Chirisofo privó á su ejército de un guía fiel con su desaforada y feroz severidad.

Pero já qué multiplicar los ejemplos? Licurgo basótodo su sistema en un principio erróneo, y sin deLonerse á considerar que los gobiernos son para los hombres, no éstos para aquellos, en vez de adaptar su constitucion al pueblo que debia regir, deformó al pueblo para adaptarlo á la constitucion; idea digna de aquella corporacion liliputiense de los proyectistas, y que constituye á los ojos de algunos su mejor título á la admiracion de las gentes.

Oigamos, si no, á M. Mitford: «Aquella cualidad que coloca á Licurgo sobre todos los legisladores, es la de que habiéndose hallado en muchas circunstancias muy difíciles y que parecian escapar á la accion de las leyes, él ejerció su imperio y formó con arreglo á ellas las costumbres y la voluntad del pueblo.» Declaracion es esta que hace suponer á quien la lee, que haya recibido su autor las lecciones del doctor Pangloss, con tanta más razon, cuanto que su metafisica es la misma del castillo de Thunderlen-tronckh.

En Atenas no contrariaban siempre las leyes los gustos y aficiones del pueblo. El Estado no era madrastra universal de los ciudadanos, ni se ocupaba en privar á los padres de sus hijos, ni en hacer de éstos ladrones matándolos de hambre, ni guerreros á fuerza de torturas, ai ponia mesas cubiertas de manjares con la obligacion precisa de comer de ellos, ni dictaba leyes para dar reglas á la conversacion; que los atenienses tenian derecho á comer cuanto podian comprar, y podian hablar cuanto querian si encontraban auditorio, y el gobierno jamás imponia las opiniones al pueblo, ni le prescri24