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La Grecia.

del gobierno cuando aquellos se tornan en señores, ó, lo que es lo mismo, cuando el gobierno se trasforma inmediata o indirectamente en democrático.

Pero hemos dicho que se necesita poder lo que se quiere, porque la voluntad sin el poder de realizarla, como decía el discreto Casimiro á lord Beefington, nos hace parecer á los chicos que juegan á la guerra con soldados de plomo. El pueblo querrá siempre y en toda ocasion servir sus propios intereses; pero necesario es averiguar si en cuantas sociedades han existido se ha encontrado jamás con aquella suma de conocimientos y de ilustracion que son indispensables para comprenderlos. Aun en Inglaterra, donde la generalidad de las gentes se haIta desde hace largo tiempo más instruida que en lo restante de Europa, el patriotismo de la minoría ha defendido casi siempre los derechos de la mayoria contra la mayoría misma. El libre cambio, que es uno de los más grandes beneficios que el gobierno pueda otorgar al pueblo, es impopular en casi todas partes, y dudamos mucho de que un Parlamento elegido por sufragio universal fuera favorable á desarrollar soluciones liberales en lo tocante á los asuntos mercantiles. Los republicanos del otro lado del Atlántico han suministrado acerca de este punto grandes enseñanzas al mundo, demostrando «cómo caen las naciones bajo el peso de sus proyectos favoritos cuando la venganza presta oidos á clamores insensatos.» El pueblo, repetimos, debe ser gobernado para su bien, y para que así suceda hay que preservarlo del gobierno de su propia ignorancia. Pueblos hay en los cuales seria tan absurdo establecer gobiernos populares como aboIlir los castigos en una escuela, ó despojar de sus camisas de fuerza á una casa de locos.