Página:Estudios literarios por Lord Macaulay - Biblioteca Clásica XI (1879).pdf/403

Esta página no ha sido corregida
359
La Grecia.

ciones minuciosas de los más entendidos en la materia, y que, por otra parte, los hombres públicos se hallan de tal modo rodeados y asediados de tentaciones y dificultades de todo órden, que antes de pronunciar juicio acerca de sus propósitos y tendencias, vacila el ánimo y duda mucho. Conocemos la vida de Pym, de Cromwell, de Monk, de Clarendon, de Marlborough, de Burnet, de Walpole y de muchos otros hombres de Estado de Inglaterra; conocemos sus acciones, sus discursos, sus escritos; poseemos una multitud de cartas escritas de su mano; anécdotas suyas las tenemos en abundancia, y, no obstante, ¿quién sería el hombre imparcial, justo y grave que se atreviera á decir cuáles habian sido y cuáles nó buenos y honrados entre ellos? A primera vista parece más fácil decidir en órden á los grandes caracteres de la antigüedad, no porque tengamos más medios de adquirir la certidumbre, sino porque tenemos muchos ménos de descubrir el error. Los historiadores modernos de la Grecia no han tenido esto presente, y de aquí que los malvados y los héroes que nos describen aparezcan tan consecuentes en sus acciones y palabras, como las virtudes cardinales ó los pecados mortales en una alegoria, hallándonos por esta causa tan preparados siempre á los crímenes de Dionisio el Tirano, como á las virtudes de Epaminondas.

Causa es en parte y en parte efecto de este error la fe ciega que han merecido á los eruditos modernos los últimos escritores de la antigüedad, porque los autores franceses é ingleses que tratan de los asuntos de la Grecia, dan de lado por regla general á las narraciones sencillas y naturales de Tucidides y de Xenofonte para consagrarse al estudio de los cuadros recargados de Plutarco, de Diodoro, de