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antitesis de ideas, la forma simétrica de los períodos, los párrafos artísticamente opuestos unos á otros, los resúmenes brillantes, la sucesion natural, regular y lógica de los pensamientos, las comparaciones frecuentes, la belleza del conjunto, las cualidades todas que adornan sus escritos como su oratoria, maravillan de tal modo, que no sólo contribuyen á persuadir la razon, sino que cautivan y seducen y embelesan el espíritu.

Pocos han sido los oradores modernos de tan arrebatadora elocuencia escrita y hablada. Poseia Macaulay ese quid divinum que hace al orador, y cuando hablaba, el eufonismo de las palabras completaba su sentido y su alcance, y lo propio acontece cuando escribe: de aquí la inmensa dificultad de traducirlo. En la tribuna y en el libro lucha por imponerse y dirigir los espíritus; parece como que se irrita de la resistencia y que combate disertando; pero el triunfo es siempre suyo, porque así en la tribuna como en el libro avanza con acompasado movimiento y fuerza creciente, en linea recta, cual esos rios caudalosos de la América, impetuoso como el torrente y ancho como el mar; y su abundancia de estilo y de pensamientos, unida á la multitud de ideas, de hechos y de explicaciones que aduce, forman una masa enorme de ciencia histórica que va rodando impulsada por fuerza interior, arrastrando á su paso las objeciones, y añadiendo al empuje de la elocuencia la fuerza irresistible de su peso y su