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Oliver Goldsmith.

el juego, al que fué toda su vida muy aficionado, a pesar de su mala fortuna. Durante cierto tiempo logró á fuerza de espedientes retardar su ruina inevitable, obteniendo de sus editores anticipos sobre promesa de obras que nunca escribia; mas al faltarle este recurso y con él los medios de salir de ahogos, las fuerzas, el ánimo y la salud lo abandonaron, y cayó enfermo de fiebres nerviosas. Debia en aquellos momentos más de diez mil duros. Para mayor desgracia, creyó que le bastaba su ciencia, y que no habia menester del auxilio de los verdaderos médicos en tan dificil ocasion. Mejor le hubiera sido apreciar sus conocimientos en lo que valian y el público los juzgaba[1], porque sus remedios agravaron la dolencia. A ruego de sus amigos hizo venir un facultativo; creyósele curado; mas no fué así, pues la debilidad y la postracion persistian y aumentaban, y además, ni podia comer ni dormir. «Estais peor de lo que debíais, teniendo tan poca fiebre, le dijo su médico. ¿Teneis el espíritu tranquilo? No, le contestó el desdichado; no tengo el espiritu tranquilo.» Estas fueron las últimas palabras de Oliver Goldsmith, que falleció el 3 de Abril de 1774, á los cuarenta y seis años de edad, dándosele sepultura en el cementerio del Temple, aunque sin señalar el sitio de su enterramiento, por lo cual hoy se ignora dónde reposan sus restos. Burke y Reynolds acompañaron su cadáver á la última morada con muestras evidentes de profunda pena, como que ambos sintieron tanto la


  1. A pesar de su pretenso título de doctor en medicina, nunca tuvo clientela. Esto le hizo decir un dia que no recotaba sino es á los amigos. «Mejor haríais, le contestó Beauclerk, mudando de sistema y recetando sólo a los enemigos.»