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Oliver Goldsmith.

Los que vivian familiarmente con él lo trataban, á lo que parece, con una benevolencia mezclada de cierto menosprecio, por más que admirasen sus escritos, consistiendo esto en que si habia en él muchas cualidades muy amables, habia pocas dignas de respeto. Su corazon era tan tierno y fácil de conmover, que rayaba en la debilidad; tan generoso, que más parecia pródigo; tan fácil en perdonar, que casi provocaba las ofensas con su desacordada benevolencia, y tan liberal y.maniroto con los mendigos, que solia no quedarle las más de las veces con que alender á sus más perentorias obligaciones. Demas de esto, era vano, frívolo, sensual, pródigo é imprevisor, y áun se le tildaba de otro defecto más imperdonable y feo: de ser envidioso.

No hay, empero, motivo para creer que esta mala pasion, que tantas veces lo agitó y le hizo prorumpir en exclamaciones de cólera y despecho, le haya impulsado en ninguna ocasion á perjudicar al buen nombre de sus rivales. Es probable que no fuera ménos envidioso que sus vecinos y colegas; pero como tenía el corazon en los labios y era imprudentísimo, confesaba sus celos con el candor de los niños; celos que son comunes á todos los escritores y literatos, pero que éstos, cuando además son discretos y hombres de mundo, disimulan con grande habilidad, cosa que él no supo hacer nunca, ní ménos herir en la sombra, sino es declarar en voz alta y delante de cuantos querian oirlo que se moria de envidia. «No hableis así de Johnson, exclamaba un dia contestando á Boswell, que me hace daño.» Jorge Steevens y Cumberland eran demasiado hábiles para cometer tales torpezas, y hubieran tributado los mayores elogios al mismo á quien tuvieran envidia, sin perjuicic de zaherirlo en la