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Estudios literarios.

las; del propio modo los hombres que tienen el dón de la palabra practican sin cesar un género de exageracion y de sofistica animada que los engaña, así como á su auditorio, en el primer momento; y asi vemos que doctrinas que no pueden resistir al exámen más superficial, triunfan en los salones, en los ateneos y áun en las asambleas legislativas y los tribunales. Dispuestos estamos á no atribuír á otra causa que al sistema de enseñanza de los atenienses, que se lograba por medio de la conversacion, la flojedad extrema de sus razonamientos, defecto que más principalmente se advierte en la mayor parte de sus obras científicas. Tanto es así, que el ménos lógico de los escritores modernos sonreiria con lástima considerando los pueriles sofismas que parecen haber causado maravilla á los más grandes sabios de la antigüedad. Sir Tomas Lethbridge se asombraria de la economía política de Xenofonte, y el autor de las Soirées de Saint Pbtersbourg se avergonzaria de emplear algunos de los argumentos metafísicos de Platon. Pero las circunstancias que retardaban el progreso de la ciencia eran singularmente favorables al desarrollo de la oratoria, y gracias al hábito contraido en la más temprana juventud por los atenienses de discutir con calor, aquellos que se hallaban dotados de inteligencia lograban adquirir la prontitud de recursos, la fluidez de palabra y el conocimiento del carácter y de las pasiones de su auditorio, que interesan aún y convienen más al orador que no la fuerza de la lógica.

Horacio comparó los poemas á los cuadros, cuyo efecto cambia y se muda segun el espectador se coloca para verlos, y la misma observacion puede aplicarse con idéntica justicia á la elocuencia. Por-