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Oradores atenienses.

des, casi todos han sido víctimas aprisionadas en estrecho círculo por arte de las evocaciones griegas.» La Ilíada y la Odisea no eran libros, sino curiosidades para ellos, ó mejor dicho, reliquias, y las admiraban por devocion, no por su mérito, como acontece á los buenos católicos con la casa de la Virgen María en Loreto. Todo lo clásico era bueno, y por tal manera, Homero, gran poeta, y Calimaco tambien, y las cartas de Ciceron incomparables, y las de Falaris lo mismo; y cuando se trataba de comparar pruebas, caian en idéntico error, porque la autoridad de todos los escritos griegos y latinos era igual para ellos y tenía la misma fuerza, sin advertir que un espacio de quinientos años ó una distancia de quinientas leguas podia ser parte muy eficaz á influir en la exactitud de una narracion, y que Tito Livio podia ser historiador ménos verídico que Polibio, ó que Plutarco debía saber menos de los amigos de Xenofonte que Xenofonte mismo. Engañados por la distancia, parecian creer á todos Jos clásicos contemporáneos unos de otros, del propio modo que vemos en Inglaterra muchas gentes persuadidas de que cuantos habitan las Indias son vecinos, verbigracia, los de Calcutta y los de Bombay, Abrigamos confiados la esperanza de que no sobrevenga una nueva invasion de bárbaros en Europa; pero estamos persuadidos tambien de que, si tan terrible calamidad nos asolara segunda vez, los Rollins y los Gillies de entonces compilarian una flamante historia de Inglaterra basada en los Jefes escoceses de miss Porter, las Vacaciones de miss Lee y las Memorias de sir Natanael Wraxall.

Tiempo es ya de examinar la literatura antigua de modo diferente, sin pedantescas preocupaciones, pero teniendo en cuenta la diferencia de las cir-