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Estudios literarios.

que se replegara y encogiera de tal suerte, que pudiese caber dentro de la copa encantada, y el cual, una vez cerrado en su prision no pudo salir de los estrechos límites á que habia reducido su estatura; pues cuando los medios han absorbido largo tiempo la atencion se sustituyen naturalmente al fin. Decia Eugenio de Saboya que los más grandes generales eran, por lo regular, aquellos que habían llegado repentinamente al mando supremo, y aprendido las grandes operaciones de la guerra sin pasar ántes por las evoluciones pequeñas que preocupan tanto á los oficiales de rango inferior. En literatura sucede lo propio, y los que no han practicado mucho el oficio de disciplinar sílabas y partículas, son, en general, los que mejor comprenden la gran táctica de la crítica.

Recordamos haber notado en los Anas frances un ejemplo singularísimo de lo que acabamos de enunciar. Es el caso que un erudito, tal vez de mucha cuenta, recomienda el estudio de no sabemos qué voluminoso tratado latino sobre la religion, las cos tumbres, el gobierno y la lengua de los antiguos griegos, «porque, dice, en él se hallará cuanto bay de más importante en la Ilíada y en la Odisea, sin tomarse el trabajo de leer libros tan enojosos. No advertia el buen hombre al dar este consejo que la ciencia, á la cual daba tanta importancia, no tenía otro mérito que el de explicar los poemas que despreciaba, y que para cualquiera otro objeto seria tan inútil como la mitología de los Cafres ó el vocabulario de Otaiti.

De cuantos eruditos se han consagrado enteramente á la crílica de las palabras, pocos han tenido éxito, porque como las lenguas antiguas ejercen generalmente influencia mágica sobre las faculta-