Página:Estudios literarios por Lord Macaulay - Biblioteca Clásica XI (1879).pdf/345

Esta página no ha sido corregida
301
Petrarca.

debemos suponer, en descargo del poeta, que los defectos de que adolecen sus composiciones amorosas son obra de la influencia de Laura, la cual preferiria, como la mayor parte de los críticos de su sexo, el estilo cargado al sencillo y majestuoso.

Sea de esto lo que quiera, es lo cierto que tan luégo cambia de asunto, cambia de manera, y que cuando habla de las humillaciones y del rebajamiento de Italia, devastada por las invasiones extranjeras y débilmente defendida por sus cobardes hijos, la parla femenil del sonetista se cambia de repente en un grite tan penetrante, viril y solemne, como el de la voz que dijo á la sanguinaria casa de Cawdor (1): «¡Despertad!» «La Italia parece no sentir sus dolores,» prorumpe, aporque está decrépita, ociosa, y olvidada de sí. ¿Dormirá siempre ese sueño? ¿No acudirá nadie á sacarta de su letargo? ¡Ah, si pudiera yo asírla del cabello! (2)» Del propio modo y con igual energia proclama la venganza de Cristo y de la Europa contra la Babilonia del islamismo, y la magnífica enumeracion que hace de los altos y antiguos hechos gloriosos de los griegos no puede ménos de excitar en todo tiempo la admiracion de las gentes, y más aún cuando los hombres honrados y virtuosos, despues de sufrir crueles desengaños en tantos pueblos y naciones, pusieron sus cansados ojos con indecible anhelo en la tierra clásica de la libertad (3), en el campo de (1) Véase Macbeth, II, 2.

(2) Che suoi guai non par che senta; Vecchia, oziosa e lenta.

¿Domirá sempre, e non fa chi la svegli?

Le man l'avess'io avvolte entro i capegli.

Jansone, XI.

(8) Alusion á la independencia de los griegos, que coinNe