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tudios de Macaulay son nuevo ejemplo de esta inclinacion nacional y dominante, porque sus biografías, no tanto son retratos como juicios, y por esa causa lo que más le importa dejar establecido, aquello á lo cual somete todo lo demas, es la justificacionó la censura de los personajes: ya nos hable de lord Clive, de Warren Hastings, de air William Temple, de Milton, de Addison ó de cualquiera otro, lo primero que hace nuestro autor es aquilatar sus defectos ó sus virtudes, y á fin de conseguirlo mejor, poco le importa interrumpir la narracion para examinar si el hecho que refiere es ó no justo, extendiéndose en consideraciones de jurisconsulto y de moralista, segun la ley positiva y natural, teniendo en cuenta el estado de la opinion pública en la época del personaje que retrata, los principios que profesaba y la educacion que habia recibido; y apoyando su opinion en las analogías que saca de la vida ordinaria, de la historia de todos los pueblos y de la legislacion de todas las naciones, aduce tantas pruebas, hechos tan positivos, razonamientos tan concluyentes que podrian servir de modelo al mejor letrado, ya fuese para defender ó para acusar; y cuando, por último, pronuncia el fallo, antes que historiador, parece juez. Si analiza una literatura, por ejemplo, la del período de la Restauracion, instituye una manera de Jurado ante el público para juzgarla; la hace comparecer, la acusa, expone las defensas que atenúan sus licencias y su