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Estudios literarios.

bien ir al combate bajo las órdenes del célebre Carrocio, objeto de su veneracion, y saber que su anciano padre, de pié sobre los baluartes, contemplaba sus proezas, y que sus amigos y rivales eran testigos juntamente de su gloria. Si caia en la refriega, no eran manos mercenarias ó indiferentes las que lo asistian; que muy luego entraba en los muros que habia defendido, y su madre ó su esposa lo cuidaban, y el mismo anciano sacerdote que perdonó los devaneos de su juventud, lo absolvia, y su amada recibia de sus labios el adios postrero. No hay espada mejor que la becha con la reja del arado. Esto tiene inconvenientes y peligros; pero se hallan mitigados por el entusiasmo y suavizados por el afecto que despiertan y avivan, y porque, además, nada es más propio á desarrollar el génio de la poesía en las imaginaciones ardientes y en los espíritus observadores.

Las tendencias religiosas y políticas de aquel tiempo iban encaminadas á idéntico fin. La época lo era de fanatismo, y áun cuando sea este mal muy grave, no es el peor de todos; porque bueno es que los pueblos se sustraigan á ciertos modos de ser que los degradan y embrutecen; que fas inteligencias se aparten de los objetos puramente sensuales; que haya algo que las obligue á meditar sobre los misterios del mundo moral é intelectual, aun cuando al hacer esto caigan en ciertos errores, y que se aparten de sus intereses puramente materiales y egoistas para pensar en lo pasado, lo porvenir y lo más remoto. Las religiones más absurdas han producido á veces todos estos efectos juntamente; pero la católica las ha superado siempre, porque, áun en los tiempos de su mayor intolerancia, no perdió nunca de vista la divina inspiracion del Maestro su-