repetia en pocas líneas. En su persona se advertian las huellas de la edad, mejor dicho, de la vejez prematura, de las dolencias y del sufrimiento. Deploraba con amargura femenil la pérdida de su pasada hermosura, y no podia mirar, sin exhalar suspiros que partian de lo más intimo de su corazon, el retrato que le pintó Lely cuando tenía veintiocho años, soliendo murmurar á veces entre dientes: /Quantum mutatus ab illo! Inquielo siempre de su fama literaria, y no salisfecho de la reputacion que tenia como autor dramático, determinó de hacerse un nombre como poeta satírico y amoroso, y poniendo en ejecucion su pensamiento, al cabo de veintisiete años de silencio, por los de 1704, se presentó de nuevo al público con un grueso volúmen de á folio, lleno de poesías de todas clases, obra que no ha sido reimpresa, al menos que sepamos. Algunas de las composiciones contenidas en el libro habrian circulado manuscritas antes de ir á la prensa, cuando al solo anuncio de la nueva publicacion de Wycherley afirmaron los críticos de café que todo ello no valia nada, lo cual dió lugar á que él reformara en pruebas su mal perjeñado prefacio y que los cubriera de invectivas á todos, dando muestras evidentes de su vanidad y falta de ingenio. Al parecer el libro quedaron plenamente justificadas cuantas predicciones se habian hecho, áun las más aventuradas, porque su estilo y su versificacion eran de lo peor, y su moral la de Rochester. Pero si Rochester cometió gravísimas inconveniencias, tuvo excusa, al fin, en su juventud que lo indujo á cometer los errores de moda en aquel tiempo; no así Wycherley con sus sesenta y cuatro años, y que habia vivido lo bastante para ver pasar la época en que la licencia constitura parte muy principal y necesaria del ca-
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Dramáticos ingleses.