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Estudios literarios.

de sus amorios, expresándose en ella en términos que confirmaban el rumor público en todas sus partes. Súpolo el Rey; pero S. M. no solia tomar estas cosas en mala parte, y así no temió la dama presentar á su protegido en White Hall, donde hizo su entrada bajo tan buenos auspicios y comenzó á frecuentar el trato de personas con las cuales hasta entonces no habia lenido ningun roce. El Rey era tolerante y consentía siempre á sus favoritas la libertad de accion que necesitaba para sí; y como, además, Wycherley le habia sido simpático por sus maneras y buena conversacion, llegó á gozar de tanto favor con él, que cierta vez que se hallaba enfermo de calenturas en su casa de Bow Street, Cárlos, que, a pesar de sus defectos, era bondadoso, á afable y comunicativo, fué á visitarlo, sentándose á su cabecera, le aconsejó que mudara de aires y le proveyó de una fuerte suma de dinero para que no careciera de cuanto le fuese menester. Y Buckingham, que á la sazon mandaba la caballería y era miembro de aquel infame gabinete conocido en la historia bajo el nombre de la Cábala, áun cuando al principio trató á Wycherley con cierto enojo producido por los celos, pues él tambien habia estado en intimidad con la duquesa, pasando despues de la cólera al afecto, segun su costumbre, le dió empleo en su mismo regimiento y colocacion en la Casa Real.

Injustos nos mostrariamos con Wycherley si no consignáramos, al ocuparnos de él, el único rasgo bueno de su vida, que conozcamos al ménos. Nos referimos con esto á los grandes y meritorios esfuerzos que hizo para procurar la proteccion del duque de Buckingham al ilustre autor de Hudibras, que bajaba oscuramente al sepulcro, abandonado de su