nes que el mismo Fenelon hubiera sido el primero en calificar de pecados mortales manifiestos. Otro tanto podemos decir de los héroes y heroinas mahometanos ó indos de Mr. Southey[1]. En Thalaba es blasfemo quien habla mal del gran impostor árabecrímen beber vino, y obra meritoriía las abluciones y las visitas á las ciudades santas. En la imprecacion de Kehama, el poeta elogia á Kailyal, por su devocion á la estatua de Mariataly, la diosa de los pobres, y á pesar de esto, nadie acusará á Mr. Southey de haber consagrado su talento á la propaganda del brahamismo ó de la religion mahometana.
No es difícil averiguar por qué no pueden elevarse objeciones contra las obras de Fenelon y de Mr. Southey. En primer lugar, porque en nada se parecen al mundo real en que vivimos: el estado aquel de la sociedad, y hasta las mismas leyes de aquel mundo fisico, son tan diferentes de las nuestras que no se nos antoja extraño verlo regido por otro código de moral. Asi y todo, es lo cierto que la moralidad de este mundo convencional no difiere de la del mundo real y verdadero sino es en aquelas partes respecto de las cuales no hay temor ni peligro remoto siquiera de extraviarse. Porque la generosidad y obediencia de Telémaco, y el valorla modestia y el amor filial de Kailyal, virtudes son de todos los tiempos y lugares; y por otra parte, no
- ↑ Southey murió en 1843 y brilló en su patria como poeta, erudito, critico é historiador. Residió algun tiempo en Portugal y viajó por España, y esto despertó en él el gusto hacia la literatura de nuestro país, y fué parte muy eficaz á que, inspirándose en el Romancero, escribiese muchas poesías, tales como Roderick, the last of the Goths, Doña Urraca, Don Ramiro, La Crónica del Cid y otras. Tambien dió á la estampa, en 1823, una historia de la guerra de la Peninsula y Cartas sobre España.—N. del T.