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Lord Byron.

tendrá tales riquezas literarias, que vivirán cuanto tiempo dure la lengua inglesa[1]


  1. Las obras de Byron, han envejecido desde hace cusrenta años, prueba innegable, dice un autor, de que an oro tenía liga. Sin embargo, añade un critico (M. Taine). Byron fué el poeta de los sentimientos tiernos y triates; poeta á su modo, modo extraño, en verdad, semejante su vida, landa desierta, llena de ruinas, donde él vivia como en su casa y solo; cuyo pecho rebosabas tempestades y aludes de ideas que se desencadenaban y caian con estrèpito en el papel. Así es que escribió aquello que desbordaba de su corazon, apasionadamente, con furia, por decirlo así, y por otras muchas causas; pero jamás por cálculo. Soñaba de si mismo, se veia en todas partes, y luego corria su las piracion como un torrente contenido en su carrera por una serie de obstáculos. Ninguno con más talento ha tenido ménos imaginacion, como que no pudo metamorfosearse en otro, y fueron sus penas, sus arrebatos, sus dolores, sus viajes lo que nos dió traducido en verso. No inventó, observó; no creó, trasmitó, y si su copia salió ennegrecida, no por eso dejó de ser copia. Los necios solamente podrán creerlo capaz de los crímenes de sus héroes, y los ciegos los que no vean en él las grandes cualidades de sus perBonajes. Tanto es así, que Byron no ha creado más de uno, porque Childe Harold, el Guiaur, Manfredo, Lara, Sardanápalo, Cain, su Tasso, su Dante, todos, en una palabra, son el mismo héroe, representado bajo diversos trajes, en diferentes actitudes, y sobre fondos diversos. Las obras de Byron son como un collar de cuentas de cristal de mil colores. Hizo uso de procedimientos que no deben aplaudirse; fué á veces enfático y vulgar á imitacion de Lucano y de los Lucanos modernos: pero an manera produce gran efecto en la primera lectura: naufragios, sitios, combates, muertes, piratas, aventureros; y como contraste y para dar relieve á esto, mujeres tiernas. angelicales, sumisas, bermosas como ángeles y dotadas de cuantas seducciones son imaginables; y como fondo de sus cuadros, paisajes de Grecia, castillos feudales, efectos de sol poniente, mares y tempestades. Y como todos somos pueblo para sentir, sentimos con sus cuadros, principalmente si sabemos que ha vivido el autor entre los espectáculos que describe, y que ha sentido lo que dice ántes de decirlo.—N. del T.