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Lord Byron.

la poesía de sir Walter Scott, porque son demasiado profundos para excilar simpatias generales, y su estilo sobrado misterioso y sibilino á veces para ser comprendido del mayor número de lectores. De aqui que lograse pocos adeptos y muchos adversarios y satíricos. Byron creó lo que pudiera llamarse escuela de los Lagos al uso del público, y todos los aficionados á poesía de Inglaterra, casi diríamos de Europa, se apresuraron á venir á sentarse á los piés del maestro: entonces se le oyó decir cultamente, como habla una persona bien nacida y de letras, aunque con ménos sentimiento, pero con más claridad, energía y concision, lo que habia dicho ya Wordsworth como un anacoreta. Léanse en comprobacion de esto los dos últimos cantos de Childe Harold y de Manfredo.

Como Wordswoth, lord Byron nada tenía de dramático en las aptitudes de su ingenio: más bien era lo contrario, la antitesis de un gran poeta dramático.

Todos los caracteres que trazó: Harold, contemplando el horizonte donde desaparecian juntamente el sol y su patria; el Guiaur, de pré y solo en un rincon del oscuro recinto, encapuchado hasta los ojos y mirando de una manera siniestra el crucifijo y el censor; Conrado, descansando sobre su espada cerca de la torre de la Vela; Lara, sonriendo á las bailarinas; Alp, mirando sin temor la nube fatal que oscurece la luna; Manfredo, errante por entre los precipicios de Berna; Azzo en su asiento; Ugo en la barra; Lambro, ceñudo al ver á su hija dormida en brazos de D. Juan, y Cain, ofreciendo al cielo un sacrificio rechazado por Dios, son en la esencia, en el fondo, idénticos todos. La variedad no existe sino es en las edades, en las situaciones y en las apariencias exteriores; que cuantas veces ha inten-