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Maquiavelo.

infame ultraje que sufrió, depone la fingida dulzura de su oficio y de su patria para lamentarse de ello con amargura, cólera y desprecio, y hablar con hastío de la época desgraciada y del pueblo envilecido en que vive mal de su grado, y suspirar por la fuerza y la gloria de la antigua Roma, por las haces de Bruto y la espada de Escipion, por la grandeza del Senado y por la pompa sangrienta de los sacrificios triunfales; y parece trasportado á los dias en que ochocientos mil guerreros italianos corrian á empuñar las armas al solo rumor de una invasion de los galos, y haber heredado el espíritu de aquelos intrépidos y altivos senadores que olvidaban los vínculos más caros de la sangre para no pensar sino es en sus virtudes públicas, que miraban con desprecio los elefantes y el oro de Pirro, y oian con calma impasible las desastrosas nuevas de la batalla de Canna. Semejante á un templo antiguo cuya belleza arquitectónica sufre los ultrajes de la bárbara arquitectura de siglos posteriores, adquiere su carácter más grande y creciente interes de las circunstancias mismas que son parte á desnaturalizarlo; resaltando aún más las proporciones originales por consecuencia del contraste que resulta entre ellas y las mezquinas y defectuosas y torpes adiciones que se le han hecho.

Pero no es sólo en sus escritos donde hallamos la influencia de estos sentimientos; que no hallando su entusiasmo libre curso en la carrera que habia escogido, pareció trasformarse en una manera de volubilidad desesperada, experimentando secreto placer en ultrajar las opiniones de una sociedad que despreciaba desde lo más intimo de su alma, sin tener para nada en cuenta las conveniencias ni el respeto que á sí propio se debia por la elevada posicion