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Estudios literarios.

ejércitos, y comenzaba á creerse con razon que el tiempo que un ciudadano podia distraer de sus habituales ocupaciones, con ser bastante á formar un buen soldado de infanteria, no lo era para familiarizarlo en el ejercicio y prácticas de un jinete. El temor del yugo extranjero, del pillaje, de la matanza y del incendio hubiera podido vencer la aversion que contra la carrera de las armas engendra en general la industria y la holganza de las grandes ciudades, porque la medida dió buen resultado, conduciéndose las nuevas tropas en el campo de batalla de una manera tan digna, que Maquiavelo contemplaba con orgullo el éxito de sus planes y comenzaba á esperar que las armas italianas podrían hacer huir á los bárbaros del Ebro y del Rhin; pero subió la marea mucho ántes de que las compuertas se cerraran. A decir verdad, por espacio de algun tiempo, Florencia vivió tranquila y feliz; pero el hambre, la peste y la guerra, el más cruel de los azotes, asolaron las fértiles llanuras y las poderosas ciudades que riega el Pó; todas las maldiciones fulminadas contra Tiro parecian haber caido sobre Venecia, cuya desolacion lloraban sus hijos, creyendo llegado el dia en que las algas flotarian á lo largo del Rialto silencioso, y los pescadores tenderian á secar sus redes en el desierto arsenal; Nápolos habia sido conquistada y vuelta á ganar cuatro veces consecutivas por caudillos avaros de sus despojos, y Florencia misma tenía que sufrir aún la degradacion y el robo, que someterse á poderes extraños, que rescatar á un precio enorme lo que le pertenecia legítimamente, que mostrarse reconocida à quien la despojaba de lo suyo, y que disculparse hasta del daño que te hacian, viéndose privada de la gratitud que merecia su infame y vil re-