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Estudios literarios.

los feroces extranjeros que parecian derramar la sangre italiana por placer, y que no satisfechos con subyugar, se gozaban destruyendo con alegría diabólica ciudades magníficas, y matando enemigos que pedian cuartel, ó asfixiando á centenares per sonas inermes en las mismas cuevas donde se habian guarecido huyendo de su furia. Tales eran las crueldades que cada dia excitaban el terror y el odio de un pueblo en el cual ántes nunca tuvo que temer el soldado en la guerra sino es la pérdida de su caballo y el precio de su rescate; pero la intemperancia grosera de los suizos, la sórdida avaricia de los españoles, la licencia brutal de los franceses que no respetaba ni la hospitalidad, ni la decencia, ni el amor mismo; la despiadada inhumanidad comun à todos los invasores, infundieron á los habitantes de la Peninsula mortal aversion al extranjero.

Sus riquezas, acumuladas durante siglos de prosperidad, desaparecian á ojos vistas. La superioridad intelectual del pueblo oprimido le hacía más insoportable aún y más humillante su degradacion política. La literatura y el buen gusto cubrian todavía los estragos de un mal incurable con un manto de púrpura: el hierro no habia penetrado aún hasta el corazon, ni llegado la hora de amordazar la elocuencia y de vendar los ojos á la razon, y de que el poeta colgara su arpa en los sauces del Arno, y el artista condenara su diestra á la inmovilidad; pero ya podian advertirse los signos precursores de la caida, ya se dejaba entrever que el genio y la ciencia no vivirían mucho más que el estado de cosas que los produjo, y que los grandes hombres cuya gloria daba tanto brillo á la época, formados bajo la influencia bienhechora de dias más venturosos, no dejarian en pos de sí quien recogiera su herencia y