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Maquiavelo.

manera todo ello, que, repasando su correspondencia, vemos y hablamos con los hombres que durante veinte años, henchidos de grandes sucesos, imperaron sobre los destinos de la Europa; presenciamos los arranques más felices de su ingenio y sus mayores locuras, sus accesos de alegría y de mal humor, y oimos sus pláticas íntimas y estudiamos sus más familiares actitudes. Merced á ella, vemos en circunstancias que escapan á la investigacion del historiador, las débiles violencias y los inútiles ardides de Luis XII; la medianía de Maximiliano, agitado siempre de comezon de nombradía, audaz y tímido á un tiempo, inconstante y obstinado, presuroso siempre y llegando siempre tarde; la cruel y altanera energia de Julio II, y las maneras distinguidas é insinuantes que tan bien cubrian la insaciable ambicion y el odio inmenso é implacable de César Borgia.

Hemos pronunciado el nombre de César Borgia, y no es posible pasar adelante sin consagrar un momento siquiera de atencion al hombre en quien se personificó tan vigorosamente la moralidad política de la Italia, unida á ciertos rasgos severos, propios del carácter español. Dos veces lo vió Maquiavelo en dos momentos importantes por extremo: una, cuando su incomparable perversidad acababa de alcanzar la victoria más brillante de su vida, en ocasion que hacía caer en el mismo lazo y acababa del mismo golpe á sus más formidables rivales; y otra, cuando abatido por cruel dolencia, y humillado bajo el peso de inmensos infortunios, que jamás hubiera sido parte á evitar la más previsora prudencia humana, estaba prisionero del más encarnizado enemigo de su casa. Estas entrevistas entre el más grande hombre de Estado especulativo