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Estudios literarios.

y religiosos, al propio tiempo que ignorantes, arbitrarios y crueles, aquéllos guardaban el depósito sagrado de las artes, de las ciencias y la literatura en el mundo occidental; no tenian rivales en la poesía, la filosofia, la pintura, la arquitectura y la escultura; sus modales eran distinguidos, su ingenio penetrante, inventivo, sutil y vivo; eran tolerantes, afables, humanos, pero faltos de valor y de sinceridad. El más vulgar y grosero centurion se consolaba de su inferioridad intelectual advirtiendo que el saber y el buen gusto no parecian producir otra cosa que ateos, esclavos y cobardes. Estas diferencias duraron largo tiempo clara y distintamente señaladas, suministrando vasto asunto á las implacables sátiras del sarcástico Juvenal.

El ciudadano de una república italiana era juntamente el griego del tiempo de Juvenal y el griego del tiempo de Pericles: tímido, hábil, artificioso y vil como el primero; amante apasionado de la independencia y de la prosperidad de su patria, y animado de cierto espíritu público y de noble ambicion como el segundo.

Aquellos vicios que sanciona la opinion general de las gentes, no son sino defectos, que llevan en sí mismos el gérmen de su destruccion; pero los vicios que condena la opinion pública ejercen sobre el carácter de aquellos que contagian los efectos más perniciosos. Los primeros constituyen una enfermedad local; los segundos son á manera de veneno que emponzoña todo el organismo. Cuando el culpado ha perdido su fama de hombre de bien, en su desesperacion se despoja las más de las veces de cuanto le resta de virtud. El noble escocés que vívia hace cien años, imponiendo contribuciones á sus vecinos, cometia el crímen por el cual fué lle-