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Estudios literarios.

amos. Como se ve, á la sazon, se hallaban perfectamente deslindadas la personalidad del soldado y la del ciudadano ó del súbdito.

Las consecuencias de esto fueron las que debian ser, sosteniendo la guerra hombres mercenarios, sin amor á la causa que defendian, sin odio à los contrarios, á las veces más adictos al enemigo que al jefe propio, y siempre afanosos de la prolongacion de la lucha. Dicho se está que la guerra cambió de carácter. El soldado entraba en campaña con el convencimiento de que muy luego podria estar al servicio de la potencia que combatia, peleando contra sus compañeros en las filas del enemigo: los inintereses más poderosos se concertaban y se fundian en el corazon de los guerreros para mitigar la hostilidad reciproca de los que, habiendo sido compañeros de armas, podian volver á serlo, ostableciéndose al propio tiempo entre todos relaciones y vínculos de tal fuerza, que ni el servir en campos opuestos era parte eficaz à relajarlos. Por esta causa no registra la historia militar del mundo operaciones más lánguidas y ménos decisivas que las de Italia, durante dos siglos, en que todo fué marchas y contramarchas, asedios, saqueos, pillajes, capitulaciones y encuentros sin verdadera efusion de sangre. En aquella época se vieron ejércitos enormes combatir desde el despuntar del alba hasta la noche, y ganarse grandes batallas, y hacerse millares de prisioneros, sin perder apénas soldados en la pelea; que las batallas eran entonces, bajo el punto de vista de la mortandad, ménos peligrosas que las discordias civiles ordinarias. El valor no era necesario al soldado. Los hombres de guerra envejecian entre el peto y el espaldar, y llegaban á tener renombre por sus proezas militares sin haber