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Milton.

que las líneas que acabamos de escribir produjeran iguales impulsos en otras imaginaciones. No tenemos costumbre de rendir tributo de adoracion á vivos ni á muertos; pero hay caracteres que han logrado salir incólumes del exámen más prolijo y de las pruebas más grandes; que han salido puros del crisol y con el peso debido de la balanza; que por aclamacion ha declarado la humanidad de buena ley; que llevan impreso en la frente el sello de Dios, y que Milton era de estos hombres.

La vista de sus obras y el rumor de su nombre nos arroban; sus pensamientos fueron como las flores y los frutos celestiales que, desde los jardines del Paraíso, esparcia sobre la tierra la virgen mártir de Massinger, y que se diferenciaban de los demas productos del suelo, no tan sólo en su perfuIme y su sabor incomparables, sino es tambien en el dón milagroso que tenian de fortalecer y de sanar; que su poder y su eficacia así alcanza á producir inefable deleite en el espíritu, como á elevarlo y depurarlo.

De aquí que nos infundan lástima grande aquellos que logran estudiar la vida ó los libros del poeta inmortal y del patricio ilustre sin sentirse movidos á imitarlo, ya que no en las obras sublimes de su ingenio y con las cuales enriqueció la literatura, en el celo con que se consagró al bien público, en el valor con que soportó los sufrimientos personales, en el noble desden, en la sublime indiferencia con que resistió las tentaciones más fuertes y los mayores peligros, en el odio profundo que le inspiraron siempre los fanáticos y los tiranos, y en la fe acendrada y austera que al mismo tiempo tuvo en su patria y en su gloria!