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Estudios literarios.

neciamente á cada palabra del amo; no eran tampoco aparatos de destruccion forrados de uniformes, adiestrados á palos, valientes por exceso de vicio y que así defendieran sin amor el trono, como exterminaran sin odio á sus enemigos, sino es hombres libres aunque sometidos, pobles hasta en la degradacion,'penetrados del sentimiento de la independencia individual, extraviados, es cierto, pero no por móviles bajos ni egoistas. La compasion que sentian por su rey, excitada por el romanticismo de la empresa que acometian al defenderlo, el honor, las preocupaciones de la infancia, los venerables nombres que ostentaban, todo, hasta sus mismos defectos, era parte eficaz á enaltecerlos y á aumentar el prestigio de que gozaban, y aun más cuando se les veia como al Caballero de la Cruz Roja balirse con denuedo persuadidos de que lo hacian por una deidad oprimida, siendo una perfida hechicera la que avasallaba sus pensamientos, subyugaba sus corazones y armaba sus brazos.

Estaban equivocados. No estudiaron el problema político. Así y todo, no tanto se batian por un rey pérfido y una Iglesia intolerante, como por las antiguas banderas de la patria que flotaron gloriosas en cien combates sobre los cascos de sus antepasados, y por los altares al pié de los cuales recibieron la fe de sus esposas; recuerdos que confundian con la causa del monarca. Sus opiniones no podian ser más erróneas; pero no es menos cierto que poseian en alto grado las dotes que forman el más bello ornamento de la vida privada, de que carecian casi por completo sus adversarios, y que con muchos de los defectos de la Mesa Redonda tenian muchas de sus virtudes: la cortesía, la generosidad, la veracidad, la ternura y el respeto hacia la