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Milton.

y sagacidad: se prosternaba en el polvo para adorar á su Creador; pero ponia el pié en el cuello á su rey para abatirlo. En su mistico retiro rezaba con llanto en los ojos, entre gemidos y convulsiones, y casi perdia la razon entreviendo los fantasmas radiantes ó terribles que forjaba su imaginacion exaltada; oia pulsar las arpas celestiales y los murmullos tentadores de los demonios, y percibla clara y distinta la bienaventuranza, y salia de su éxtasis espantado como si despertara de horrible pesadilla en que bubiera sentido el calor de las llamas infernales. Como Vane creia empuñar el cetro milenario, y como Fleetwood se lamentaba con amargura de que Dios le habia ocultado su faz. Pero cuando tomaba asiento en el Consejo ó ceñia la espada de batalla, las pasadas tempestades del alma no parecian haber dejado huella en él. Por eso, los que no veian en los santos sino es su extraña figura, ni oian sino es sus gemidos y sus lamentaciones y sus cánticos místicos, podian en verdad burlarse de ellos; mas en la sala de las deliberaciones ó en la guerra no daban ocasion á esto, porque la serenidad de su juicio y la inflexibilidad de su resolucion eran incomparables; circunstancias que han dado lugar á que algunos publicistas las creyeran en desacuerdo con su celo religioso, siendo, por el contrario, efecto natural, consecuencia precisa de él. La intensidad de sus emociones en un punto determinado como que adormecia las demas partes de su organismo, dominando la fuerza de un sentimiento de la piedad, del odio, de la ambicion y del temor. A sus ojos la muerte no era terrible, ni el placer ofrecia seduccion à sus sentidos; sonreían y lloraban, gozaban y sufrian, mas no por cosas mundanas: el entusiasmo los había trasformado en estóicos, puMILTON.