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ACÚSOME PADRE

Era ella una mujer de la vida alegre, como se decía antiguamente, a una horizontal, como se dice hoy en que afrancesarse es la moda.

Inteligente, instruída lo bastante para llamar la atención, y narradora admirable, se podían pasar momentos agradabilísimos en su compañía.

Yo cultivaba su amistad aún cuando con ciertas reservas, dada mi posición social.

En mis frecuentes conversaciones con ella había notado su gran animadversión hacia los miembros del clero, hacia los pollerudos como los llamaba, y, una noche en que, en la mayor intimidad tomábamos una botella de cerveza en su modesto comedor, le averigüé las causas.

— Vea, me dijo, los aborrezco porque a uno de ellos le debo el no ser una mujer honrada... o mejor dicho, ser lo que soy!