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ENTRE DOS TÍAS Y UN TÍO.

costumbres y sucesos de antaño en nuestra tierra.



A mi querida prima Cornelia Martínez.




Si tú que cuentas cortos años de vida y apenas has visto tal cual escena del mundo, tienes no obstante recuerdos que te sirven para tejer una hermosa y delicada historieta como Paulina, ¿cuántos no tendré yo que he visto correr ya más de medio siglo? ¿Y cuántas impresiones no guardaré en mi corazón, palpitantes aún, que he recibido en escenas infinitas, en las que he sido actor, ó lo han sido mis amigos y conocidos?

Hoy está la noche fría y nebulosa, neva en los Andes, el cierzo sacude las ramas de los árboles despojados de sus hojas por la desapiadada mano del invierno, y el río crecido y negro brama á cincuenta pasos de esta casa. ¡Qué horribles horas para los pobres que no tienen abrigo, y que padecen quizás frío acompañado de hambre! Nosotros, entretanto, estamos aquí resguardados de los rigores de la intemperie, hemos tomado leche con café, tú nos has deleitado con el piano y con tu voz angelical, tu mamá, tus hermanos y hermanas y yo hemos charlado y reído á maravilla; y, por fin, vamos á rematar la velada con uno de mis recuerdos.

Pero no he de pasar adelante sin meter, á manera de cuña, entre el preámbulo y la narración, un pensamiento que se me ocurre acerca de la diferencia de suerte entre nosotros que tan bien lo estamos pasando esta noche, y los miserables que se están muriendo de hambre y frío. ¿Por qué tal diferencia? Mil veces se ha repetido esta pregunta, y nunca ha sido contestada, ni lo será jamás: esas desigualdades son un misterio de los muchísimos que se reserva la Providencia, son un problema por cuya solución se desvela-