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perjudica á nadie; pero la mujer no es dueña del bolsillo ajeno y al poner en él la mano infringe el respeto debido á la propiedad y perturba la social economía.»

Para los que tenemos la dicha de profesar las doctrinas de la Religión Católica, para los que no vemos en esta vida más que un camino áspero que conduce á otras más excelsas regiones, de cuyas eternas delicias puso el divino soplo no sé qué prurito en nuestras almas, esa religión del derecho á la vida, ese constante bajar la vista al suelo, es al tamente desconsolador, es muy digno de lástima.

Y ese mismo pueblo que vosotros consideraréis acaso venturoso después de la pobre pintura que yo acabo de haceros de sus virtudes sociales, no penséis que está exento de dolores, no penséis que vive sin sentir vagamente la aspiración á un más allá, del que su fe le habla apenas y que parece contradecir su egoísmo. Prueba elocuente de lo que digo