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ENEIDA.
LX.

»Ella el rostro inclinando, recobrada,
Con voz sumisa su dolor expresa:
«¡Oh entre todas nosotras fortunada
»Tú, inocente beldad, jóven princesa,
»Que al pié del patrio muro, por la espada
»Fuiste á morir sobre enemiga huesa!
»Que ni suertes sacaste á tu despecho,
»Ni de amo vencedor serviste al lecho!

LXI.

»¡No así la que incendiados sus hogares,
»Sufrió á un duro jayan, de raza altiva
»Sufrió el rigor, y por remotos mares
»Anduvo errante, y concibió cautiva!
»Y despues que probé tantos azares,
»El tirano raptor en llama viva
»Por Hermíone ardió, nieta de Leda,
»Y á Esparta corre do en su amor se enreda.

LXII.

»Entónces á un esclavo dió su esclava;
»Cedióme á Heleno. Oréstes que veia
»Quitársele su esposa, se abrasaba
»De amor, de ardor furial, de rabia impía;
»Y ante el paterno altar á hierro acaba
»Desprevenido á su rival un dia;
»Con que Heleno, de siervo que ántes era,
»Cobró aquestas regiones en que impera.