na ó mala, casta ó desvergonzada; y con ella no había término medio; era lo uno ó lo otro, y se hubiera perdido el tiempo queriéndola exorcizar cuando la dominaba su demonio. Ella lo confesaba al día siguiente, cuando había cambiado el viento: —Ayer estuve insoportable.
Jacobo vacilaba en los primeros tiempos.
—Nada de eso; estaba usted nerviosa.
Pero ella se enfadaba.
—Es usted un embustero y un cobarde; se debe decir la verdad á todo el mundo; estuve insoportable.
Y se reía sin pesar y sin remordimientos. Ella no iba á buscar á nadie y había que tomarla como era ó dejarla. Con el tiempo, Jacobo se acostumbró y respondía con franqueza: —¡Oh! sí, completamente insoportable.
La muchacha le llamaba Djeck, y él lo encontr..ba delicioso; en cambio él la llamaba, en vez de Bella, Bellísima, y ella lo encontraba tonto.
Los campesinos se admiraban á su paso, extrañados, á pesar de su rudeza, de tanta intimidad entre un joven y una señorita.
Sin embargo, cuando llegaban á la quinta Grivoize se les recibía con palmas. Esta quinta y sus dependencias eran importantes; suelo robado cuando los acontecimientos de 1793.
Los Grivoize de la primera República tenían ya los dientes largos, ambición y sagacidad. Se habían adjudicado en el reparto, contra asignados de bienes nacionales, los confiscados á una familia guillotinada.
Desde entonces venían prosperando de padres á hijos. Los Grivoize actuales continuaban agrandándose sordamente, hectárea por hectárea.
Eran dos hermanos y su cuñado Piscop, el más há-