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las declinaciones griegas. Fué un mal estudiante y para suplir su falta de atención y su poca aptitud, que él confesaba sin reparo, su padre le tomó un preceptor particular. Pasaron sucesivamente siete por el castillo y todos se retiraron, alegando la imposibilidad de semejante empeño.

El joven era rebelde á toda dirección.

—Un verdadero Valroy—decía el conde Juan, siempre contento y sin querer apearse de su burro.

—Un verdadero Reteuil—decía la condesa Antonieta, con las manos juntas por el miedo del día de mañana.

—Un verdadero libertino—se rectificaba en la antecámara.

Hacia los quince años se le ocurrió enamorarse ; el objeto de su amor tenía doce ó trece, y fué aquel un idilio entre dos comediantes dignos el uno del otro.

Había en aquella época, á medio kilómetro de Caillefontaine, una ruina medio hundida y medio en pie que se suponía haber sido en tiempos lejanos una fortaleza inexpugnable. Unos cuantos lienzos de muralla almenados á veinte toesas de altura, un cuadrilátero alargado, con ventanas góticas, bajo una bóveda calada sostenida por arcos, vestigio de una capilla; y, en fin, los cimientos de una enorme torre brutal y redonda como un inmenso pozo, era todo lo que quedaba de la antigua morada, cuya historia no era conocida siquiera por los habitantes de la comarca de que dependía.

En el país, sin saber por qué, se llamaba á esta torre la Torre de Carmesy».

No era de nadie y la gente no tenía inconveniente en arrancarle piedras; la mayor parte de las casuchas de los alrededores debían á esa circunstancia el espesor y la solidez de sus fachadas.