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—Yo también tendré caballos, escopetas y tocaré la trompa.

—Si quieres...

—Ya lo creo que querré... quiero ya...

—Espera que crezcas, amigo, tiempo tienes...

Juan le palpaba por todas partes admirando su precoz vigor, que le hacía representar más edad de la que tenía.

El niño se reía porque le hacía cosquillas.

De repente se puso grave para hacer esta reflexión: —Yo también compraré un castillo.

—No te basta éste ?

—No, éste es para ti, Reteuil para la abuela, y yo necesito el mío, que será muy hermoso porque yo seré muy rico...

Valroy se estremeció y una sombra pasó por sus ojos. Miró las cartas esparcidas ante él y dijo lentamente con cara sombría: —¿Serás muy rico? ¿Quién te ha dicho eso?

—Todo el mundo.

—Todo el mundo no es nadie. ¿Quién?

—Te digo que todo el mundo... Berta, por ejemplo.

—¡Ah! Berta...

En este momento apareció en la puerta la flaca silueta de la vieja, que tosió para hacer notar su presencia, y dijo: —La señora espera al señor Conde.

Dió media vuelta y se alejó muy tiesa por el corredor...

— Vamos allá !—dijo Juan dejando á su hijo en el suelo; y los dos, sin prisa, como por obligación, se dirigieron á las habitaciones de la Condesa, en la otra ala del castillo.

Juan penetró en la pieza obscura y Jacobo se que-