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En esta forma llegaron á la pradera, delante del edificio, y el niño se dejó escurrir sobre la hierba ; estaba rojo y con la frente un poco sudorosa, pero triunfante.

Valroy inspeccionó la casa de una ojeada y su mirada se detuvo un segundo en dos ventanas del primer piso. Como de ordinario, estaban cerradas y detrás de los cristales se veían las cortinas corridas.Y, sin embargo, el día había sido tibio, casi cálido.

En aquel momento, aunque el sol se inclinaba en el horizonte hasta tocar las cimas, corría por la llanura una suave brisa de verano; por todas partes, hombres, animales y cosas saludaban á la primavera; una vida intensa circulaba al aire libre y todos los seres respiraban una absurda sensación de eternidad, encantadora, sin embargo...

En la escalinata se mostró una criada de cara malhumorada, flaca, seca é impregnada por contagio de olores farmacéuticos.

Aquélla no haría á nadie faltar á sus deberes. Antonieta no quería más Bertas.

—¿Está visible la señora?

Y la vieja, exagerando su gesto con aquel amo que era un verdugo para su pobre señora, contestó con gana de morderle: —La señora... Está durmiendo...

—Vén, Jacobo—dijo Valroy sin responder á la vieja; y se llevó al niño que, como José á Regino le siguió radiante.

A Jacobo le, interesaban todos los objetos del cuarto del Conde; en las paredes había mil cosas: retratos, armas, grabados antiguos y cuadros de caza modernos.

Un cuadro ovalado le llamaba, sobre todo, la atención en él se exhibía el abuelo, el grande hombre