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― Después, siguiendo sus reflexiones, frunció las cejas descontento y murmuró: —La verdad es que ese Garnache es más adicto á sus antiguos amos que á los nuevos... Puesto que Jacobo se lo había dicho todo, hubiera podido advertir á mi padre ó á mis tíos cuando acaso era tiempo... Como Berta, Regino tenía demasiada memoria.

El nombre de Berta, por una natural asociación de ideas, le recordó á su mujer, la divina Arabela, y sonrió... Aquello era el cielo... Sin embargo, escamón por naturaleza, pensó que la venta de Reteuil le proporcionaba una prueba que era preciso poner en práctica.

Se dirigió á la habitación de su mujer, llamó y entró con el aspecto de un marido que sabe que se le recibirá bien. Bella se estaba peinando, con los brazos y los hombros desnudos, delante de un espejo muy alto.

—Eres tú, querido? ¿Qué hay?

Gervasio contestó sin transición.

—Hay que el castillo de Reteuil está vendido á un barón parisiense.

En pie, detrás de ella, el marido espiaba su fisonomía en el espejo.

Bella, impasible y rectificando un rizo rebelde, contestó: —Si?

Su tono era de una indiferencia tan glacial, que Gervasio tuvo que contenerse para no abrazarla, y añadió: —De este modo, Jacobo deja el país para no volver más.

Siempre tranquila, Bella dejó caer lentamente de sus labios: —Y bien, buen viaje... que sea feliz en otra parte.

Esta vez, en su alegría, Gervasio no se contuvo...

EN LA PAZ.—19