_No.
—Entonces...
Pero Regino Garnache se acercó al grupo, se enteró del sentido de la discusión y los sacó de dudas: —Sí—dijo, es verdad; lo sabía.
Los que negaban protestaron ofendidos, y uno de ellos dijo: —¿Y cómo lo sabías?
Se oyeron tantas voces que también pedían explicaciones: —¿Quién te lo había dicho?
—¿Por qué no se lo has contado á nadie?
Garnache se encogió de hombros y respondió desdeñosamente: —Alguien me lo había dicho.
Pero los campesinos, obstinados, no se contentaban con tan poco, y por todas partes contestaban en tono de burla: —¿Quién es ese alguien?
Entonces, para cerrar el pico á todas aquellas comadres y desembarazarse de ellas, el guarda contestó claramente: —Ese alguien, puesto que queréis saberlo, es el vizconde Jacobo de Valroy en persona; creo que él debía saberlo.
Garnache, después de soltar estas palabras, sintió haberlas dicho. ¿Quién le metía á él?... En esas historias más vale callarse... Y siguió su ronda vagamente inquieto.
No se equivocaba. Pasó un criado del castillo, recogió los rumores, preguntó detalles y se fué con gran prisa á llevárselos á su amo, el señor Piscop de Carmesy.
Este, al oirle, se asombró á su vez; ¿cómo no se le había advertido?