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» románticos?... Ella, en su casa y en pleno día, al lado del fuego, sin dejar de cantar su canción dormilona, había realizado sonriendo y pacíficamente el mismo crimen legendario.

Berta criticó la extravagante imaginación de los poetas, que les hace agrandar y deformar los sucesos que son en sí tan felices.

Sin embargo, no estaba tranquila viendo dar vueltas á la aguja en la esfera del largo reloj de madera pegado á la pared; la vuelta de Regino la atormentaba, á pesar de todo.

No era que de ordinario temiese en modo alguno al guarda de monte. Al contrario, le hacía andar de cabeza y seguía siendo, respecto de él, una gran señora y una princesa rebajada. Regino la escuchaba devotamente, la admiraba y creía en ella; la tenía tanto respeto como amor y la servía dócilmente como un buen criado. Para que se hubiera atrevido á criticarla solamente, hubieran sido precisas circunstancias verdaderamente extraordinarias... pero, pensándolo bien, ésta no estaba acaso del todo dentro de lo normal.

Además, las malas conciencias se extravían y temen hasta la sombra del peligro.

Por estas dos razones, Berta, poco segura, esperaba á su amante esposo con alguna inquietud. Para ella, el hecho no debía estar irremisiblemente realizado hasta que el guarda de monte lo hubiera sancionado con su falta de perspicacia.

Los minutos corrían con lentitud; el perro roncaba delante del fuego; la nieve seguía cayendo en rayas regulares y apretados copos.

Berta tenía los ojos fijos en la llama y abrazando de una vez su vida entera, buscaba todavía excusa en sus sufrimientos pasados. No reconocía que tales sufrimientos no habían sido nunca más que vanidad