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duros también para nosotros, sin contar que Berta está casi sin razón.

— Pobre mujer!—interrumpió el joven ;—¡ pobre corazón demasiado fiel! la he apartado de mí por un orgullo estúpido, del que ahora tengo remordimientos..pero en aquel tiempo no pensaba yo solo, pues tenía alguien que me apuntaba sus malas voluntades... ¡ Pobre Berta! cuánto tiempo hace que no la veo... Sí, desde aquella famosa noche en que vino á advertirme la fuga de Arabela... pero no hablemos de esto.

—Pues bien—dijo Garnache sonriendo á pesar de su tristeza;—yo puedo decir á usted la verdad; si usted no la ve, ella le ve todos los días.

—¿Cómo es eso?—dijo Jacobo asombrado.

Lo más sencillamente del mundo. Durante los cinco años de su ausencia de usted, no ha cesado de rondar por Reteuil, convencida de que un día ú otro iba usted á presentarse. Estaba aferrada á esa idea y es obstinada. El día en que usted volvió estaba allí y le vió pasear por el parque. Desde entonces se pasa la vida en el bosquecillo sin apartar de usted los ojos.

Ahí tiene usted lo que es Berta.

—¡Ah! exclamó el joven sorprendido y encantado, pues para aquel aislado de la vida toda prueba de cariño era preciosa ;—entonces soy todavía más culpable. Díle que tendré gusto en que vaya á Reteuil, contigo... y con José á quien tanto he despreciado... pero daos prisa...

Dijo estas últimas palabras en un tono tan plenamente triste, que el guarda se estremeció á pesar de su poca inteligencia.

—¿Por qué, señor Vizconde? ¡ Cómo dice usted eso!...

—Porque dentro de quince días, Reteuil estará vendido y tendrá otro dueño... Preciso era pagar las deudas de mi padre y lavar el nombre de Valroy de una