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dos rítmicos respondían á veces á sensaciones dichosas y á impresiones de gozos negativos; nada había ya, ni bueno ni malo, y todo resultaba beneficioso, pues la suma del mal es la más grande.

Un día vió pasar por el camino á Gervasio Piscop de Carmesy con una escopeta debajo del brazo. Piscop no salía ya sin armas, alarmado por aquella presencia no lejos de él; aquel duro campesino tenía sus flaquezas.

Le vió pasar sin cólera... Arabela se alejaba como todo lo demás.

A veces se sonreía y hablaba solo, como las personas que han perdido la costumbre de toda vecindad.

Un día dijo en alta voz: —Pero ese 15 de septiembre no llega nunca...

Era la fecha en que debía ser pagado su último dominio. Preocupación muy humana ?... no, perque ocultaba otra.

Por fin llegó aquel día tan deseado. El vizconde de Valroy recibió un aviso de su notario; los fondos estaban á su disposición.

En el momento respondió por una larga carta recordando el destino de las sumas recibidas y el nombre de los acreedores del Modern Ahorro, á quienes había que pagar contra recibo en regla.

Aquella mañana el huésped errante de Reteuil volvió á ser hombre de negocios.

El dinero que quedase estaba destinado á procurar la rehabilitación, después de lo cual, si había todavía algún resto, sería para el Ayuntamiento en que había nacido.

Rogaba á su notario que considerase aquella carta como la expresión de su última voluntad, como un testamento, pues se sentía muy enfermo y estaba seguro de su próximo fin.