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—231—había vuelto contra ella; por una terrible ironía del destino, la preciosa existencia de Jacobo, que ella había preparado para las más grandes felicidades, iba á parar á las peores catástrofesun Había cometido un crimen y separádose de hijo para llegar á edificar su doble infortunio. Le había cogido pobre y desnudo de su cuna de mimbre, y, con un simple ademán, creía haberle ennoblecido y privilegiado en la escala social...

Y en esto estaba la irrisión.

Aquella nobleza se hundía en la infamia; el nombre estaba deshonrado; la riqueza ya no existía; Jacobo, sin haber contraído deudas personales, luchaba desesperadamente contra cien acreedores.

Había querido que fuese hermoso, alegre y amado, y estaba envejecido y tan pálido, á pesar de su juventud, que le quedaba muy poco de su hermosura de otro tiempo. Lejos de estar alegre, estaba desesperado.

Amado... A este recuerdo, á la madre le rechinaban los dientes. Todo su odio era para la nueva castellana de Valroy, la mujer de ojos verdes que siempre había mentido.

Así, pues, en lugar del orgullo, de la opulencia ydel amor, le había dado la vergüenza, el rebajamientopeor que la miseria, y el amor vendido, peor que la indiferencia.

Esto era lo que había hecho con su hijo; para esto había consentido que viviese lejos de ella, sin conocerla, peor aún, rechazándola y despreciándola.

No podía menos de pensar que, acaso, el destino de José, del dichoso marido de Clara, del padre feliz de Víctor y de Flavia, fuese más envidiable por lo mismo que era más tranquilo... Mejor que el del vizconde de Valroy, seguramente; entonces...

En fin, le quedaba Reteuil y era una hermosa finca.