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—Ninguno ha sido feliz; todos se han quejado, puede usted estar seguro... No hay buenos amos, sino menos malos. En esas condiciones es cómo hay que echar de menos á Valroy.

El guarda se levantó y se ató una correa de la polaina derecha, mientras decía: —Sí, se le echa de menos... No tanto como Berta..pero con todo...

José dijo sentenciosamente, con su voz tranquila: —Mi madre ha perdido la razón en la ruina de sus amos porque los quería demasiado... sobre todo á Jacobo.

—No la acuses, hijo, porque, al cabo, es tu madre.

José no se quedó convencido: —Padre; una madre quiere á sus hijos, y ella no me ha querido nunca, y tampoco á usted; no quería más que á sus amos... De niño me separaba de ella y me rechazaba siempre, ya lo sabe usted. Me he quejado jamás? no, todo lo he sufrido en silencio conservandole mi cariño. Pero desde hace algún tiempo, es verdad, le tengo rencor... No lo puedo remediar.

Los dos hombres que le ofan no protestaron, sabiendo, sin duda por qué. Balvet murmuró sencillamente: —Hay que olvidar eso.

Y Regino: —Ya sabes que no es responsable.

José dijo en seguida: —Se dice eso muy pronto. Ahora puede que sea verdad, pero no lo era hace unos años, y mi queja no viene de ayer. Estoy seguro de que no sabe si Clara es rubia ó morena; no la ha mirado nunca un minuto, ni el día de nuestra boda... Clara no es más que mi mujer y le es á ella indiferente. Recuerden ustedes, en el tiempo en que miss Bella debía casarse con Jacobo,