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ted considerado como marcado y poseído, y más aún al ver que sus cóleras, sus furores infantiles, sus caprichos y sus inconstancias, anunciaban ya un cerebro sin equilibrio y un alma preparada á hundirse en la nada. Añadió, sin embargo, que hacía algún tiempo había recobrado el valor al verle á usted dichoso; esperaba que estando bien rodeado, escaparía usted á la mala suerte, y contaba conmigo para defenderle si llegaba la ocasión. Ahora bien, mi padre concluyó brevemente: «No se casa uno con esa gente. » —¡Ah! dijo Jacobo,—muy bien... ya veo... siga usted...

Bella continuó: —En aquella época estaba usted en América. Esperábamos que los viajes y sus aventuras traerían el olvido de sus afecciones... y, con este fin también, mi padre le aconsejó á usted el año siguiente, que explorase la Australia... Volvió usted de uno y otro continente en las mismas disposiciones y siempre tan tierno... Entonces mis padres han decidido marcharse, para probar el efecto de la distancia y del alejamiento. Pero no se arreglan estos asuntos en un día; ha habido dificultades y retrasos... yo misma me he negado mucho tiempo queriendo consagrar á usted mi vida... Sólo al ver la desesperación de los míos, he aceptado esta prueba del tiempo... Ha querido usted una explicación franca, y aquí la tiene. He aquí por qué nos vamos esta noche, y por qué no ha sido чsted prevenido...

La cabeza del Vizconde era un torbellino de ideas.

Hubiera querido responder á aquella muchacha de ojos verdes, que le sacrificaba sin una lágrima y adoptando modulaciones de burla, con un bofetón que la marcase para siempre. Pero no encontraba nada; tantas mentiras é infamias dichas al principio en tono