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—i Cállese usted, yo se lo mando! ¿Usted?... ¿A mí?... ¡Pobre muchacho! Espere usted...

Estaba sofocada y trataba de recobrar el aliento por profundas aspiraciones. Por fin lo consiguió.

— Oiga usted la verdad !... Hace cinco años, era yo una niña, y no sabía nada... Hemos venido á este país, á esta tierra que debía ser nuestra, porque en ella dormían nuestros antepasados... Mis padres no querían ver á nadie; éramos orgullosos dos veces, porque éramos muy nobles y porque éramos pobres... no poseíamos, como usted dice, más que cuatro muebles de tres al cuarto... Así, pues, evitábamos á la gente. La señora de Reteuil vino entonces....

—¿ Va usted á acusarla también?

—No; déjeme usted hablar... ya le llegará la vez.

Vino, y fué absolutamente preciso aceptar sus servicios y sus ofrecimientos... Insistía tanto, que mis padres cedieron por mí.

á Miss Bella, al contrario que el Vizconde, se calmaba poco a poco hablando; aspiraba á más que á fáciles injurias; quería herir mortalmente; y hablaba sin apresurarse, buscando las palabras y eligiendo el sitio vulnerable.

—Sí, sí, es sabido—dijo Jacobo con ironía ;—sus padres de usted son admirables, su padre sobre todo...

Bella continuó, resuelta á no conmoverse más: —Hemos aceptado invitaciones á paseos primero y á comidas después, sin sospechar que un día los que nos las ofrecían, reducidos á nada, sentirían sus larguezas y nos las echarían en cara.

Jacobo saludó, pero no respondió; todavía era suya la ventaja. Bella continuó, preparando los efectos, produciéndolos gradualmente en una escala ascendente, desde el burlón á lo trágico.

—Yo particularmente fuí atraída á vuestros casti-