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mi padre á entrar en sus casas; cuando el agujero es estrecho, los niños pasan los primeros... y esto es lo que he hecho; estaba amaestrada para agradar y he agradado, á los viejos, á los jóvenes, á los hombres, á las mujeres, á todos. He prodigado miradas, hecho gestos y afirmado mis caprichos, pues parece que para ser tan voluntariosa hay que estar segura de sí misma... He vuelto todas las cabezas y escamoteado todos los corazones, mientras mi madre estaba en acecho y mi padre forzaba las cerraduras y registraba los cajones. Todo ha resultado maravillosamente; las buenas personas que nos habían recogido con los brazos abiertos y los ojos cerrados, están en peligro y su casa se inclina. Entonces abrimos la puerta á los bandidos del exterior para que acaben de consumar la ruina, y nos escapamos sin volver la cabeza, llevándonos, sin duda, en el bolsillo el precio de nuestras sonrisas y de nuestras traiciones.» Sí, esto es lo que usted diría si tuviera sencillamente la más fácil valentía... Pero no... en vez de eso, niega la evidencia y se esquiva como un chiquillo mal criado, gritando: ¡No es verdad !» Jacobo, en la prueba, volvía á ser él mismo, lo que era en otro tiempo, un joven violento y pronto al ultraje, que se embriagaba con las palabras y lo echaba todo á rodar, sin cuidarse de causar así males irreparables.

La señorita de Carmesy—Ollencourt creyó perder el aliento y la razón bajo aquel chaparrón de insultos.

Los sacudimientos hacíanla retroceder como automáticamente, para erguirse de nuevo bajo la granizada de injurias. El furor la ahogaba.

Por fin volvió de un salto hasta Jacobo, y le devolvió golpe por golpe.