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vida. Después de un momento de silencio, añadió con ironía: Quiere eso decir que no me ha amado usted nunca ?

Bella se impacientó. Dos veces ya la marquesa Adelaida se había asomado á la puerta y le había hecho seña de que rompiera la conversación, en la que ella no quería mezclarse. La hora pasaba, los equipajes estaban al fin cargados. Jacobo iba á hacerles perder el tren.

—Estamos diciendo siempre lo mismo y así no adelantamos nada. Además, esto es desagradable. Tengo derecho á tener una voluntad; cualquiera que sea, respétela; abur.

Bella trataba de desprenderse, pero él la retuvo.

—No, así no, sería demasiado cómodo y se reiría usted dentro de un momento cuando el coche se hubiera marchado. Por mucho que usted diga, veo quehuye para no volver. Huyen ustedes después de dar el golpe, como dos criminales cuyo jefe se ha escapado el primero. Dice usted que se va por ocho días, y hay en el ómnibus cuatro grandes baúles y dos cestos de mimbre. Se llevan ustedes todo menos los cuatro muebles que no quieren conservar... Es una mudanza sin propósito de regreso... No hay en ustedes más que cobardía y traición... Pues bien, tenga al menos el valor de sus actos y confiéselo... eso será más limpio. Reivindiquen ustedes sus derechos de mujeres libres y terminemos todo esto con una carcajada. Reconozcamos que la farsa ha estado bien representada.

Se calló y esperó; pero ella siguió muda. Entonces Jacobo continuó diciendo: —No responde usted, y yo lo haré en su nombre. He aquí lo que debía usted decir: «Sí, durante cinco años me he burlado de usted y de los suyos; he ayudado á