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— 196 —¡Quién sabe !...

—No está cambiada contigo?

—No parece... Además, es impenetrable. Miss Bella es una esfinge.

—Su madre ?...

—No ha venido; parece que está muy enferma en la camai —¡ Inoportuna enfermedad !... En fin, todo esto se va á poner en claro muy pronto... ¡ Pobre hijo mío! Temo que no estemos más que á la mitad del camino del sufrimiento... He sido muy culpable.

—No te acuses, padre mío.

—Tienes razón, no es éste el momento. No hay que quejarse, sino que defenderse y luchar palmo á palmo contra la invasión de los bárbaros... Si los hubieras visto...

—Supongo que los has tratado...

—Puedes estar tranquilo; iba á conciliarlo todo y á pedir tiempo... Pero me hervía la sangre delante de aquellos brutos y lo he echado todo á rodar... Los he azotado como negros. Pero no me arrepiento, pues el resultado hubiera sido el mismo aunque les hubiera suplicado de rodillas. Esos bandidos premeditaban el robo hace mucho tiempo.

—Por fin—dijo Jacobo,—me consuelas un poco; tus consideraciones me atacaban los nervios... Gervasio?...

—Tiene lo que necesitaba. El es, en verdad, el único que me ha hecho frente un minuto, pero le he destrozado particularmente... Ahora vendrá su venganza... Si yo tuviera dinero!

Llegaron al castillo de Reteuil y la anciana amiga de los Carmesy los recibió en bata, papillotes y gorro de dormir.