Página:En la paz de los campos (1909).pdf/197

Esta página no ha sido corregida
— 193 —

Valroy—Reteuil, esperando y temiendo lo que iba á decir ó á hacer.

El Conde, viendo que su ruina era definitiva, sentía ganas de matar.

Si en aquel momento hubiera tenido un arma en la mano, la sangre hubiera acaso corrido.

Perdió la cabeza, opuso la injuria al insulto y se dirigió con los puños cerrados hacia aquellos brutos, que retrocedían á pesar de todo.

— Canallas! Los salteadores de caminos valen más que vosotros, porque al menos arriesgan el pellejo. Y tú, hijo de tu padre, miserable, hijo de miserable, que vomitas tu odio delante de mí, paleto de manos sucias, que te crees mi igual porque tu saco está lleno y mi bolsa vacía escucha y comprende. No, no serás nunca delante de mí más que un triste pelagatos... Soy y seré siempre tu amo. Y la prueba es ésta si te hubieras atrevido á decirme una sola palabra más alta que otra en el castillo, que es todavía mío, te hubiera hecho arrojar á la calle por mis lacayos, mientras que yo, en tu casa á ti, á tu padre y á toda tu familia de bandidos, os escupo á la cara cuatro verdades que no pueden ser más que cuatro ultrajes, y ni uno de vosotro, viejojoven, pequeño ó grande, se atreve á hacer el gesto de mostrarme la puerta... Esta es la diferencia. Tú eres Piscop y yo Valroy; yo te tuteo y tú me llamas señor Conde; cuando yo levanto la mano, tú preparas la espalda; es cuestión de costumbre y está muy bien así. Sí, ya lo ves, gran imbécil: orgulloso de tu fuerza, te mueves de un pie al otro y no sabes dónde meterte...

Tus padres y tus tíos bajan la nariz y sienten cosquilleo en las piernas... ¡ Paletos! como los perros de traílla, habéis conocido la voz del dueño y os corre el escalofrío por el pelo. Aquí estoy delante de vosotros, en vuestra casa, y ninguno se mueve. Si me voy es porque EN LA PAZ.—13