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tarde recurrió á su antigua consoladora, la morfina, dispensadora de olvido, y volvió á sumirse con deliy sin vacilar en los vapores de étercia La señora de Reteuil la tomó de muy alto y gritaba: —Pagaremos: vamos á pagar.

En la comarca no se sabía ya qué creer, y fuera de algunos iniciados, como Garnache y el tío Balvet, todos estaban confundidos.

Berta aullaba enseñando los puños á la granja; para ella estaban robando y despojando á Jacobo. La campesina se llenaba de un inmenso terror al pensar que aquél á quien ella había hecho rico, iba, acaso, á quedarse pobre; y que el sacrificio de su carne y de su corazón, así como todas sus renuncias y sus abnegaciones, iban, por un soplo de la suerte, á volverse contra ella y contra él...

A este terror se unía una cólera tan intensa como loca; no quería que aquello sucediese así y prodigaba las amenazas á los cuatro lados del horizonte.

El horticultor, su hija, Regino y José se esforzaban en vano para calmarla y hacerle entrar en razón; pero perdían el tiempo, pues ella no quería oir nada. Había carteles en el castillo; iban á venderle, y era de Jacobo...

—Es posible decía Balvet,—pero le queda Reteuil.

—Evidentemente—añadía Garnache sin convicción pues recordaba que todo lo que le había dicho Grivoize el menor se había realizado, y éste afirmaba que después de Valroy no tardaría en seguir Reteuil en el desfile de los bienes perdidos.

Pero Berta, con los puños en las caderas, los insultaba por atreverse á hablar así.

—Reteuil... Eso no basta... Entonces no será ya dueño del país ni podrá andar todo un día en línea recta sin salir de sus tierras... Habrá extraños en Valroy, '