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—178muy temprano, Arabela de Carmesy se presentó inopinadamente en los patios.

Como no era esperada, los sorprendió á todos en traje descuidado y entregados á las ocupaciones más humildes. El feroz Gervasio estaba almohazando su caballo, cuidado que no confiaba á nadie y que él desempeñaba concienzudamente. Sus hermanos, sus tíos y sus padres no estaban entregados á trabajos más nobles; los unos estaban descargando carretas de hierba; los otros, llenando cubos de agua para las cuadras y los establos.

Amos y criados, estrechamente unidos, trabajabanjuntos y del mismo modo. Las mujeres circulaban muy lentamente, pero también ocupadas y dirigidas hacia un fin y por una causa.

Arabela la divina entró con las cejas fruncidas y con la cara de los malos días. Hilario exclamó al verla¡ Firmes !»—y presentó armas con la escoba que tenía en la mano.

Le encantaba pensar que su primo Gervasio había sido sorprendido en flagrante delito de falta de nobleza.

Pero Arabela no se dignó reparar en las maneras de aquel mono, y se fué derecha al hijo de Piscop, el cual, al verla venir, soltó su almohaza y contempló lastimosamente la heroica sencillez de su traje. Hubiera dado un mundo por encontrarse vestido, por arte de encantamiento, con su terno de paño y sus polainas, y látigo en mano, pues necesitaba todavía pedir el aplomo á la decoración y á los accesorios. Vestido de lienzo, volvía pronto á caer en la rusticidad.

La saludó, sin embargo, con toda su gracia, pero ella hizo un ademán enérgico con la mano, como si rehusase aquella atención, y, en el silencio atento y curioso de los otros, le interpeló en seguida: