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voluntario, volvía á caer un poco en su antigua fiebre de los malos días.

' —Gracias, madre mía—dijo el joven;—esas son hermosas profecías...

Antonieta se estremeció al oir esta palabra.

—Profecías... Justamente hace todavía diez años hacía otras. Entonces te consideraba como un ser destinado de antemano á los destinos trágicos, un objeto de horror para los tuyos; y por eso te tenía miedo, por eso te alejaba... Comprendes?

Le atrajo hacia ella y le contempló de cerca repitiendo: — Comprendes?

—No muy bien, lo confieso—respondió el joven dejándose atraer;—¿por qué estaba así destinado á las Furias?

Antonieta se volvió á recostar en su butaca.

—No sabes, pues, la historia de tu familia?

—Sí, los Valroy, en 1415...

—Deja eso. Los Reteuil...

—Perfectamente; los Reteuil, en 1623..

Jacobo bromeaba y ella le interrumpió: —Eres insoportable. Esos están muy lejos... Más cerca, más cerca...

Bajó la voz y dijo muy bajito: —Mi padre, por ejemplo...

—Tu padre—dijo Jacobo sin la menor aprensión,era un original que se aburrió de vivir. Hizo mal, pues no tenía, al menos según se dice, ningún disgusto serio.

¡Ah! murmuró la Condesa ;—¡y su padre, tu abuelo ?

Jacobo no vaciló para responder á esta pregunta más que para la primera.

—Su padre valía más. Un valiente soldado que